viernes, 24 de abril de 2009

¿QUIÉN ES EL VERDADERO AUTOR?

Dos cosas aclaro desde el principio: Primero, con este artículo no pretendo promocionar una práctica sino un razonamiento y segundo, debo dejar claro mi rechazo firme a la comercialización del esfuerzo de otro sin la debida autorización. Es decir, repudio la conducta de aquellos que, sin permiso, copian discos o materiales impresos para luego venderlos y beneficiarse económicamente.

Habiendo dicho lo anterior, me dispongo presentar mi parecer sobre el debate de si es malo o no copiar total o parcialmente algún material musical, visual o literario. Sospecho que, ante esta pregunta, algunos no se aguantan las ganas y de inmediato declaran tajantemente que dicha acción representa un robo como cualquier otro y por lo tanto le aplica el calificativo de pecado y su inminente consecuencia, el infierno.

Otros prefieren abstenerse de proferir algún juicio sobre este asunto o lo dejan a lo que la conciencia de cada quien dicte. Mientras tanto yo (aquí singularizo para no implicar a nadie o generalizar sin evidencias) me siento impulsado a interpretar algunas implicaciones negativas del recurso de derecho de autor o copyright en el ambiente cristiano.

Al pensar en este asunto, no puedo impedir que a mi mente lleguen varias preguntas y comentarios, que con gusto comparto con ustedes para que aligeren mis pensamientos.

¿Quien no fotocopiaría una parte de la Biblia si sabe que sería de provecho para alguien?

¿A quién le pagan derecho de autor cada vez que se usa uno de los salmos o porciones bíblicas para re-grabarlas?

¿Se imagina usted al Rey David corriendo con su espada en la mano detrás de un cantante porque le usó una de sus alabanzas sin permiso?

¿Cuántos cantantes ha conocido usted gracias a que alguien le prestó o grabó una canción y eventualmente pasaron a ser de sus favoritos? Este fenómeno abunda aún más cuando nos referimos a cantantes extranjeros, que si no fuera por esa vía, tal vez nunca hubieran sido conocidos fuera de sus fronteras.

¿Cuál es el propósito de un ministerio musical, generar riquezas, provocar exclusividad o bendecir al mayor número posible de personas? Si bien es cierto que los primeros dos argumentos son perfectamente entendibles en el mundo secular, dudo mucho que algún creyente aplauda al cantante que ose confesar que esas son sus metas al desarrollar su carrera ministerial.

A propósito de este último punto, vale la pena señalar que muchos hemos sido testigos de la manera voraz con que comerciantes, para quienes somos simplemente un gran mercado, pretenden incorporar cualquier regla que les permita maximizar sus ganancias y negocian, como si se tratara de un objeto cualquiera, dones y capacidades que Dios les ha dado. Sin duda alguna, creo que esta sí es una manera sutil de introducir el mundo en la iglesia.

Todo lo anterior lo expreso estando plenamente conciente de lo costoso que es materializar un proyecto musical, literario, etc., y que muchos lo logran con increíbles sacrificios, pero entonces vuelve la pregunta ¿Negocio o Ministerio?

La Biblia enseña que quien vive del altar puede comer del altar (1 Corintios 9). Sería cruel impedirle a aquel que se ha dedicado a una tarea ministerial a que esté relegado a una vida de estrechez económica. Por lo tanto, hay que reforzar la idea en el pueblo cristiano de que tenemos que bendecir a los que ministran y son usados por el Señor para nuestra edificación.

Debemos motivar al pueblo a que apoye a sus cantantes, músicos y escritores, que los haga partícipes de toda buena obra. Que deje fluir al Espíritu Santo en su vida y si tiene los recursos para comprar uno, dos, tres discos compactos que lo haga cada vez que pueda. Si quiere enviar una ofrenda a cambio de nada, que lo haga con frecuencia. Si desea patrocinar parcial o totalmente una grabación, que se anime a hacerlo cuanto antes.

En sentido general, debemos aspirar a que haya en la iglesia un nivel elevado de conciencia sobre sus deberes y responsabilidades hacia los que ministran.

Querer penalizar con multas, tiempo en la cárcel y hasta mandar al infierno al que copia o re-graba, sin fines de lucro, es una insensatez, y creo que, entre otras cosas, se constituye en un obstáculo para hermanos de limitados recursos y amigos en general.

Lo irónico es que cuando son desconocidos, muchos ministros se muestran ansiosos de que el “mundo entero” los escuche y no les molesta en lo absoluto que se hagan copias para su promoción. Evidentemente, la historia cambia cuando alcanzan cierto nivel de fama.

Entiendo que si de verdad es el Espíritu Santo quién da la inspiración para que compongamos y produzcamos piezas que edifiquen, entonces debería ser un motivo de gran gozo saber que numerosas personas tienen acceso a ellas. Si es Jesucristo el autor de nuestro arte, pensemos en cual sería su actitud si impedimos que su obra se conozca.

Cuidemos nuestra herencia y pensemos que, por obvio que parezca, no todas las leyes que el mundo formula están pensadas tomando en cuenta la realidad espiritual en que se desenvuelve el pueblo de Dios.

Si alguien entiende que este escrito contiene algo de sustancia y quiere usarlo más adelante, sea libre de copiarlo, reproducirlo, citarlo y hasta memorizarlo. No tiene que pedirme permiso pues ya no es mío, es del que lo quiera.

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