martes, 3 de agosto de 2010

Que cada quién haga lo suyo bien

Porque nosotros somos colaboradores de Dios. 1 Corintios 3:9

Una mañana mucho antes que el carpintero llegara al taler, las herramientas del carpintero decidieron tener una conferencia para considerar algunos problemas que se estaban presentando en su trabajo.

El primero que ocupo el banquillo de los acusados fue el hermano Martillo. La junta le informó que tendría que renunciar porque hacia demasiado ruido en su tabajo.
-Pero -se defendió:
-si tengo que salir del taller del carpintero, tambien debe irse el hermano Barreno porque es muy insignificante y causa muy poca impresión.

El pequeño hermano Barreno se puso en pie y dijo:
-Está bien, pero tambien debe irse el hermano Tornillo. A el hay que darle vuelta tras vuelta y no se llega a ninguna parte.

El hermano Tornillo dijo entonces:
-Si ustedes asi lo quieren, me iré. Pero el hermano Cepillo tambien debe irse; su trabajo es superficial y no hace nada de profundidad.

A esto el hermano Cepillo replicó:
Bueno, tambien tendrá que retirarse la hermana Regla si yo me retiro. siempre esta midiendo a los demás como si fuera la única que está en lo correcto.

La hermana Regla se quejó de la hermana Lija y dijo:
-No me importa que sea mas áspera que lo que debe ser, pero siempre esta tratando de un modo poco amable a la gente.

En medio de la discusión, entró el carpintero de Nazaret, antes de lo esperado. Había ido a trabajar como todos los días. Se puso el delantal y se acercó al banco para hacer un púlpito. Usó el tornillo, el barreno, la lija, el serrucho, el martillo, el cepillo y todas las otras heramientas.

Terminadas las labores del día y el púlpito, se levantó el hermano Serrucho y dijo:
-Hermanos, me he dado cuenta que somos colaboradores de Dios!

¿Habrá entre tus conocidos alguien que no cumple sus deberes en la forma que piensas deberian hacerse?

Sería bueno pensar dos veces antes de criticar o hallar falta en alguno de los intrumentos que Dios usa para el progreso de su obra aquí en la tierra. Si sacan de su trabajo a uno de los intrumentos de Dios por causa de un juicio egoísta, ¿quién será el culpable de la dilación de la obra de Dios?

Tomado del libro: En las manos del alfarero/Mary Rivera
Contribución: Zunilda Williams

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