¡Allá nos vemos si Dios quiere!

Despertando mi esporádica vena de negociante me enfrasqué en la típica discusión de oferta-contraoferta tan común entre los compradores y vendedores ambulantes de mi amada Quisqueya, logrando sacarle esos tres libros al comerciante por la suma de $200 pesos (alguito más de $5 dolares).
Empecé a leer dos de esos tres libros simultáneamente y con cada página que paso me convenzo de que hice la compra del año. Actualmente estoy tan entusiasmado con el libro: "Encontré a Dios en Rusia" que me animé a salir de la cama a compartir con ustedes una brevísima porción donde el autor describe uno de los tantos episodios en que vio obrar a Dios mientras era prisionero, junto a su padre, del ejército ruso luego de concluir la Segunda Guerra Mundial (1945).
Aquí les dejó el extracto que quiero compartir no sin antes sugerirles que cuando pasen cerca de un puesto de libros usados, denle una miradita pues nunca se sabe cuando se va a encontrar una joya disfrazada de libro viejo.
En comunión!
______________________________
La salud de mi padre estaba muy mala por los años de prisión que había soportado antes de ir a parar allí. El alimento en Waldheim era muy malo y él sufría mucho. Una noche se derrumbó en su camastro sintiendo que no se levantaría más. Serían las siete de la noche, y un hombre de su edad (cerca de sesenta años) no podía pasar más hambre. La comida de la noche había sido servida a las cinco de la tarde. Quiere decir que tenía muchas horas por delante hasta el desayuno de la mañana siguiente. No podía dormir, y permanecía tirado en la cama esperando la muerte. Entonces oró al Señor pidiendo que le enviara aunque fuera una rebanada de pan, o que le permitiera dormir toda la noche para aliviar sus sufrimientos, y cobrar fuerzas para llegar hasta mañana.
Después de esta oración la paz descendió a su alma. A eso de las ocho de la noche, cuando todavía estaba despierto en su camastro esperando que descendiera el sueño y mirando fijamente el techo, la puerta de su celda se abrió lenta y silenciosamente. Con asombro vio asomarse una mano y dejar sobre el suelo tres rebanadas de pan. Luego la mano se retiró rápidamente y la puerta volvió a cerrarse con el mismo silencio.
Mi padre quedó pasmado. Pasaron varios minutos antes que pudiera levantarse y tomar el pan. Era el equivalente a la ración de un día entero. Dio gracias a Dios con labios temblorosos, y lo comió despaciosamente.
El pan que le fuera traído en forma tan singular renovó sus fuerzas y le salvo la vida. La mano que le abrió la puerta, según cree mi padre, fue una mano humana. Sin duda pertenecía a uno de esos rudos y brutales carceleros comunistas, fanáticos seguidores del partido.
¿Cuál fue el poder que impulsó a un comunista a tener compasión de un preso enemigo moribundo, cuando había miles de ellos, y todos en iguales o parecidas condiciones? ¿Qué fue o que hizo que el carcelero tomara tres rebanadas de pan de la cocina y las llevara secretamente a mi padre, cosa que pudo costarle el trabajo y aun la libertad? Ese hombre corrió un riesgo tremendo esa noche. Mi padre nunca pudo saber de quién se trataba.
Sin duda, algo en el interior habló a la conciencia del carcelero ruso. ¿Qué otra voz, sino la de Dios, pudo hablarle a él?
Tomado del libro: Encontré a Dios en Rusia (págs. 56-58)
Autor: John Noble
Pero cuando los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley vieron que hacía cosas maravillosas, y que los niños gritaban en el templo: «¡Hosanna al Hijo de David!», se indignaron.
—¿Oyes lo que ésos están diciendo? —protestaron.
—Claro que sí —respondió Jesús—; ¿no han leído nunca: »"En los labios de los pequeños y de los niños de pecho has puesto la perfecta alabanza" ? (Mateo 21:15-16 NVI)
Que intriga me ha generado este versículo bíblico. ¿Sería necesario aprender alabar a Dios como lo hacen los niños? ¿Pero cómo lo hacen? ..................... Empezaré a fijarme.