¡Allá nos vemos si Dios quiere!
martes, 24 de noviembre de 2009
1-1-2010
¡Allá nos vemos si Dios quiere!
jueves, 12 de noviembre de 2009
Argumentos a tomar en cuenta.
A continuación les presento una entrevista-debate entre un clérigo musulmán, un moderador y la Sra. Wafa Sultán. No tengo idea del paradero de esta valiente mujer de origen sirio o si sigue viva aún pues es bien reconocido por todos la poca tolerancia que existe entre la mayoría de los seguidores del Islam. No sé que fuerzas o experiencias la motivaron a tomar una posición tan radical, pero sin duda hay que tener coraje para salir públicamente a expresarse de esa manera. De acuerdo a algunos reportes, su familia la ha abandonado, considerándola una “mancha en la familia”. Su madre de 74 años se niega recibirla y tampoco le toma las llamadas telefónicas. Hasta un hermano la ha acusado de haberse vendido por 1 millón de dólares a los judíos para hacer esas declaraciones.
A pesar de que la Sra. Sultán confiesa no ser musulmana, cristiana ni judía, la manera clara de hablar y los ejemplos prácticos que presentan la hacen merecedora de nuestra atención y más aún porque estas palabras no provienen de una persona occidental, sino de una mujer de la raza y región que más influencia islámica ha tenido en el mundo.
¿Cuánta gente habrá en esos lugares con hambre y deseos de probar a Cristo, pero por represión o temor no pueden elegir su fe?
Por último, no dejemos de orar por esos pueblos del mundo que con fiereza se oponen al evangelio de Jesús. (….. dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Hechos 9:5)
En comunión.
jueves, 5 de noviembre de 2009
De un Libro Viejo
Estando en los alrededores del Parque Independencia estacioné mi vehículo al frente de un montón de libros de segunda mano que estaban expuestos al candente solo capitalino un mediodía de octubre. El propósito de mi paso no tenía nada que ver con literatura, sin embargo sentí el impulso de revisar los títulos de esos libros huérfanos, los que, a juicio de sus dueños originales ya habían perdido su encanto. Libros de Historia, Geometría, Italiano for ever, Sexualidad, tratados de como hacerse rico y hasta un Álgebra de Baldor (ahí me di cuenta que no fui el único a quien se le ocurrió pintarle bigotes o cicatrices al señor serio que aparece en la portada) se mezclaban sin ningún orden, pero me imagino que si fueran seres vivos estuvieran empujándose entre ellos exclamando a gritos: "Cómprame", "Llévame contigo", "Todavía puedo educar".
Para no hacerles largo el cuento, en mi escaneo visual tres ejemplares llamaron mi atención: una novela de Juan Bosch, un compendio de anécdotas de la época de Trujillo titulado: "cuando la era era era" (sólo por el juego de palabras me pareció entretenido) y otro libro de aspecto viejísimo, tostado por el sol y por ende sumamente frágil pero con un tema impactante. "Encontré a Dios en Rusia" escrito por John Noble. A la mayoría de nosotros que recordamos aunque sea un pedazo de la guerra fría se nos hace un poquito difícil relacionar las palabras "Dios" y "Rusia" en una misma oración.
Despertando mi esporádica vena de negociante me enfrasqué en la típica discusión de oferta-contraoferta tan común entre los compradores y vendedores ambulantes de mi amada Quisqueya, logrando sacarle esos tres libros al comerciante por la suma de $200 pesos (alguito más de $5 dolares).
Empecé a leer dos de esos tres libros simultáneamente y con cada página que paso me convenzo de que hice la compra del año. Actualmente estoy tan entusiasmado con el libro: "Encontré a Dios en Rusia" que me animé a salir de la cama a compartir con ustedes una brevísima porción donde el autor describe uno de los tantos episodios en que vio obrar a Dios mientras era prisionero, junto a su padre, del ejército ruso luego de concluir la Segunda Guerra Mundial (1945).
Aquí les dejó el extracto que quiero compartir no sin antes sugerirles que cuando pasen cerca de un puesto de libros usados, denle una miradita pues nunca se sabe cuando se va a encontrar una joya disfrazada de libro viejo.
En comunión!
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La salud de mi padre estaba muy mala por los años de prisión que había soportado antes de ir a parar allí. El alimento en Waldheim era muy malo y él sufría mucho. Una noche se derrumbó en su camastro sintiendo que no se levantaría más. Serían las siete de la noche, y un hombre de su edad (cerca de sesenta años) no podía pasar más hambre. La comida de la noche había sido servida a las cinco de la tarde. Quiere decir que tenía muchas horas por delante hasta el desayuno de la mañana siguiente. No podía dormir, y permanecía tirado en la cama esperando la muerte. Entonces oró al Señor pidiendo que le enviara aunque fuera una rebanada de pan, o que le permitiera dormir toda la noche para aliviar sus sufrimientos, y cobrar fuerzas para llegar hasta mañana.
Después de esta oración la paz descendió a su alma. A eso de las ocho de la noche, cuando todavía estaba despierto en su camastro esperando que descendiera el sueño y mirando fijamente el techo, la puerta de su celda se abrió lenta y silenciosamente. Con asombro vio asomarse una mano y dejar sobre el suelo tres rebanadas de pan. Luego la mano se retiró rápidamente y la puerta volvió a cerrarse con el mismo silencio.
Mi padre quedó pasmado. Pasaron varios minutos antes que pudiera levantarse y tomar el pan. Era el equivalente a la ración de un día entero. Dio gracias a Dios con labios temblorosos, y lo comió despaciosamente.
El pan que le fuera traído en forma tan singular renovó sus fuerzas y le salvo la vida. La mano que le abrió la puerta, según cree mi padre, fue una mano humana. Sin duda pertenecía a uno de esos rudos y brutales carceleros comunistas, fanáticos seguidores del partido.
¿Cuál fue el poder que impulsó a un comunista a tener compasión de un preso enemigo moribundo, cuando había miles de ellos, y todos en iguales o parecidas condiciones? ¿Qué fue o que hizo que el carcelero tomara tres rebanadas de pan de la cocina y las llevara secretamente a mi padre, cosa que pudo costarle el trabajo y aun la libertad? Ese hombre corrió un riesgo tremendo esa noche. Mi padre nunca pudo saber de quién se trataba.
Sin duda, algo en el interior habló a la conciencia del carcelero ruso. ¿Qué otra voz, sino la de Dios, pudo hablarle a él?
Tomado del libro: Encontré a Dios en Rusia (págs. 56-58)
Autor: John Noble
martes, 3 de noviembre de 2009
Alabar como niños
Pero cuando los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley vieron que hacía cosas maravillosas, y que los niños gritaban en el templo: «¡Hosanna al Hijo de David!», se indignaron.
—¿Oyes lo que ésos están diciendo? —protestaron.
—Claro que sí —respondió Jesús—; ¿no han leído nunca: »"En los labios de los pequeños y de los niños de pecho has puesto la perfecta alabanza" ? (Mateo 21:15-16 NVI)
Que intriga me ha generado este versículo bíblico. ¿Sería necesario aprender alabar a Dios como lo hacen los niños? ¿Pero cómo lo hacen? ..................... Empezaré a fijarme.